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No es el tabaco, estúpido

– No es el tabaco, estúpido”, le observó un diputado al colega que buscaba claves para entender la fractura múltiple y expuesta cuando se discutió en Diputados el capítulo fiscal para esa industria. La división entre fumadores y no fumadores, como adelantó Cecilia Moreau, «iba a romper no solo los bloques, sino también el Congreso».

Ese quiebre importa no tanto por las manchas de nicotina. Es la oportunidad para adelantar realineamientos de cara a las elecciones de 2025. Allí es donde hay que ubicar los efectos del cisma más significativo de todos: 21 diputados del peronismo de Unión por la Patria se apartaron de la consigna de la cúpula cristinista del bloque, que era abstenerse.

Victoria Tolosa Paz había avisado días antes que se ocuparía de juntar firmas entre sus compañeros para apoyar la moción del bloque Hacemos-Pichetto conducción – para reponer en el proyecto de ley minibús el capítulo que elimina el precio mínimo de los tabacos e impone una gabela del 73% sobre el precio de venta al público.

En la última sesión de comisión sobre el proyecto, Tolosa interrogó al secretario de Hacienda Daniel Guberman sobre la decisión del gobierno de retirar el proyecto. Nadie puede decirse sorprendido. La ex ministra de Desarrollo Social del albertismo le había avisado al prestidigitador de esa exitosa moción, Juan Manuel López, que no estaba sola en esa iniciativa.

Contradecía abiertamente la orden de Germán Martínez y su controller, Máximo Kirchner, que calló durante todo el largo debate, sentado en un extremo del recinto para facilitar su salida fumar en el pasillo.

Los 21 emancipados del cristinismo

¿Valijas?, preguntaban los suspicaces. Las hubiera o no, el peronismo de UxP estaba enterado ya de que el bloque de La Libertad Avanza y el PRO rechazarían la moción. Decidieron la abstención para no quedar pegados al oficialismo. «¿El mileísmo está de acuerdo con el kirchnerismo?«, los desafió la radical por Jujuy Natalia Sarapura.

Los 21 votos que logró Tolosa Paz anuncian otros tabacos en el futuro cercano. Implica el primer cisma en el peronismo de la Cámara desde la asunción del nuevo gobierno. Es difícil levantar una cartografía precisa de qué representan los 21 del tabaco.

Basta, para guiarse, con mirar los nombres más notorios de ese lote, identificados con el albertismo: la propia Tolosa, Santiago Cafiero, Martín Soria, Eduardo Valdés. ¿Un vuelto del albertismo al espacio cristinista por la denuncia de los seguros? Todo puede ser. ¿Qué vio el dron desde la cúpula de Diputados?

Cuando terminó la sesión, un grupo de los 21 se acercó a conversar con los colegas de Hacemos, postergaron su salida hacia el vestuario para comentar la victoria sobre el mileísmo, el PRO y el cristinismo. Sólo les faltó intercambiar camisetas.

Milei entregó todo por un metro de poder

La discusión del proyecto de ley minibús, dividida en dos – Bases y medidas fiscales – permitió que todos tomasen dimensión real de la escasa fuerza del gobierno para imponer reformas. A diferencia de lo que había hecho en el período extraordinario de sesiones – DNU 70 y ley ómnibus – el oficialismo se entregó a un festival de concesiones.

Demostró su real propósito: pelear por alguna parcela de poder para ampliar su fuerza y seguir adelante. El centro de sus demandas fueron las delegaciones de facultades. Le cedieron apenas cuatro emergencias, y por un año. Para lograrlo, bajó todas las reformas que no tenían apoyo, jibarizó la reforma laboral a la mínima expresión y se dejó arrastrar por una corrida publicitaria entre lobistas de la industria del tabaco para retirar el debate sobre el impuesto al pucho.

Más importante: se resignó a presentar en 60 días un plan de ahorro fiscal que revive los regímenes de excepción como Tierra del Fuego. Otra imposición de Hacemos urdida por Nicolás Massot, Ricardo López Murphy y Oscar Agost Carreño.

Esa fue la verdadera pelea, que puso al mileísmo en sintonía con el resto de las fuerzas políticas, que actúan ya mirando a las elecciones del año que viene. El debate en Diputados descongeló a la política. Ante la opinión pública, el Ejecutivo la tenía intervenida, aunque solamente para los demás. Intentó quedarse él solo con la política, como en la pandemia: vigilancia y castigo para todos, menos para los inquilinos de Olivos.

La ventaja de un peronismo dividido

Sin los 21 votos juntados por Tolosa, la norma del tabaco no se aprobaba. Los diputados de Hacemos lograron los 82 de la victoria, sumando a esos peronistas a los 61 propios y de otras fuerzas. Sin ese aporte hubiera ganado la suma de abstenciones del peronismo y negativos del PRO y LLA.

Lejos de ser un detalle, es además una emancipación de un importante sector de diputados respecto de la observancia estricta al cristinismo. Lo deberían festejar en el gobierno. Les cuesta, porque los abruma una crisis identitaria. Saben qué representan, pero no a quién representan. Tienen facilidad para el sarcasmo, pero no para la risa festiva.

En 2016 Mauricio Macri sí celebró que pudiera gobernar con un peronismo dividido, en dos bloques en el Senado y en tres bloques en Diputados. Así pudo sacar leyes que eran inimaginables que lograra un gobierno de minorías como fue el de Cambiemos. Era segunda minoría en las dos Cámaras y en el padrón de los gobernadores.

El gobierno vale 142 votos, 2 menos que en febrero

Al gobierno no le costó acordar con los bloques del Congreso que aprobaron en general las dos iniciativas por 142 votos. No es para descorchar, porque son dos votos menos de los 144 que había logrado la ley ómnibus en febrero.

En realidad, las reformas propuestas entonan la misma música que la de cuatro de los cinco candidatos presidenciales de la primera vuelta del 22 de octubre pasado. Todos – con la excepción de Myriam Bregman – coincidieron, con distinta letra, en las mismas consignas en favor de un cambio hacia una economía equilibrada con reducción del déficit, inflación, subsidios y desregulaciones.

Ese consenso es el que amortigua las tentaciones autoritarias del gobierno. Cabe preguntarse por las razones del afán de los gobiernos por arrancarle al Congreso leyes estructurales con la mínima diferencia. ¿De qué vale una norma sancionada con una mínima diferencia frente a la oposición? ¿Cuánto dura?

Leyes sancionadas así reflejan debilidad de gestión y son una amenaza a la continuidad de los procesos. Las leyes estructurales deben tener alto consenso para que no las revierta un futura gobierno. La fantasía de que los cambios son para toda la vida es una expresión de deseos que alimenta la frustración colectiva. Pan para hoy, hambre para mañana.

No escucharon ni a Cristina

El bloque peronista no aportó nada novedoso salvo la táctica del bloqueo. Parece no haber leído lo que propuso Cristina de Kirchner en su documento del Día de San Valentín. Allí mocionó por la necesidad de buscar acuerdos en los mismos puntos que propuso el gobierno en sus proyectos:

1. Revisar la eficiencia del Estado, y que no basta con la consigna del “Estado presente” para resolver los problemas del país, que son demasiados.

2. Discutir un sistema tributario simplificado con pocos impuestos.

3. Replantear el actual sistema público de salud.

4. Un plan de actualización laboral que brinde respuestas a las nuevas formas de relaciones laborales.

5. La integración de las empresas del Estado tanto por vía de la participación del capital privado como de las provincias. 6. Discutir un régimen de incentivo a las grandes inversiones [el RIGI, capítulo central de la ley ómnibus del gobierno]. (“Argentina en su tercera crisis de deuda. Cuadro de situación”, 14 de febrero, 2024).

El peronismo del interior, por la vía de los gobernadores y sus legisladores, pareció entender mejor a Cristina. Pusieron votos para apoyar el RIGI. Lo de Tolosa Paz es otro efecto de la falta de liderazgo en el peronismo: un bloque que dice acatar la autoridad de la expresidente, a la hora de actuar en el Congreso no sigue sus directivas ni elabora propuestas para ampliar su poder.

Pichetto rearma el peronismo alternativo

Estamos a un año del cierre de listas para las PASO del año próximo – si las hubiera, es cierto. Es esperable que el peronismo, primera minoría en Diputados y segunda en el Senado, se mueva pensando ya en la renovación legislativa de 2025.

El peronismo del interior, que tiene una lógica diversa y contraria al peronismo del AMBA, también late en el mismo sentido. Para entender este impulso basta con detener la mirada en la reunión que encabezó Pichetto, el viernes de la semana anterior a la sesión en Diputados, con una treintena de dirigentes de Entre Ríos. Fue en la casa del ex director de Aduanas Guillermo Michel, hombre que fue asesor de Pichetto y que orbita en la galaxia del massismo.

El jefe de la bancada de Hacemos ofreció a los anfitriones sus percepciones sobre la necesidad de la «segunda renovación del peronismo». Pichetto fue acompañado de Diego Bossio, ex Anses y exdiputado, que dio su mirada sobre la marcha de la economía.

Los escucharon dirigentes como Gustavo Bodet (exgobernador y hoy diputado), Emilio Martínez Garbino y Pedro Guillermo Guastavino (exlegisladores), Juan José Bahillo (exsecretario de Agricultura), Adán Bahl (exintendente de Paraná y excandidato a gobernador) y tres intendentes: Rosario Romero de Paraná, José Laurito de Concepción del Uruguay y Adrián Fuertes de Villaguay.

Bossio crítico de la economía

Pichetto dio la visión que suele exponer en sus discursos sobre la necesidad de un peronismo modernizado de matriz capitalista, que produzca riqueza, que recaude y que pueda distribuir lo recaudado. Repitió sus críticas al peronismo viejo y que atrasa, que representa al cristinismo.

Bossio analizó la economía de Milei. Puso el acento en la crítica al déficit cero sin pagar las cuentas. «Continuar por este camino de ajuste fiscal – afirmó – sin medidas más fundamentales es poco sostenible». Lo ilustró con una referencia que entendió bien el auditorio de una provincia de frontera: «En las ciudades fronterizas se observa claramente cómo los precios se han encarecido en los últimos meses, lo que reduce su competitividad y su atractivo comercial”.

Juntar de nuevo al peronismo disperso

Estos movimientos del peronismo en el interior evocan lo que significó entre 2017-2019 la mesa de Córdoba que integraban Pichetto con Juan Schiaretti, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Rodolfo Lavagna. Fue el intento de construir una alternativa al peronismo cristinista, que se frustró con el trizamiento de 2019 que significó el retorno de Massa al redil cristinista.

Michel dijo que el rol del peronismo del interior es hacer lo que hizo Cristina en 2019, recuperar a los peronistas que se habían dispersado en 2015. Volvió a hablar con Alberto y con Massa y con eso el peronismo ganó la unidad y el poder. En esa reunión en Entre Ríos se discutió el 2023: Rogelio Frigerio ganó la gobernación de Entre Ríos por una diferencia de 17.645 votos frente al peronista Bahl.

Se votó en la misma fecha que a presidente, y en esa provincia Schiaretti sacó 45.540 votos. Si hubieran ido juntos, el peronismo hubiera ganado. Es un análisis inútilmente retroactivo pero que enseña.

Con el mismo criterio, si el peronismo del AMBA hubiera armado una fórmula incluyéndolo a Schiaretti o a algún otro gobernador del interior, hubiera podido ganar en primera vuelta. Si entraba, era gol, como dicen los relatores de fútbol, campeones de la redundancia.

Divorcio de conveniencia

En política hay matrimonios de conveniencia y divorcios, también de conveniencia. Es el que decretaron el jueves los bloques de Hacemos y de la Coalición Cívica. La fuerza de Elisa Carrió comunicó la salida de sus 6 diputados de la bancada que preside Pichetto para reiniciar su vida bajo otro sol.

La decisión se esperaba desde que hicieron rancho común para armar una estructura que les permitiera, al peronismo republicano, a la Coalición y a otras fuerzas menores, disputar espacios en las comisiones de Diputados.

Era una manera de enfrentar el acuerdo que habían cerrado La Libertad Avanza, el PRO y Unión por la Patria para repartirse con ventaja las comisiones. Ese objetivo logrado fructificó, y ese bloque se convirtió en el eje de la vida legislativa.

Sin Hacemos no habría ley combi ni nada. El punto más alto fue la última sesión, que tuvo como estrella al jefe del bloque de la Coalición, López. Urdió con ingenio la inclusión del impuesto al tabaco contra la oposición del mileísmo, el PRO y UxP. Para algunos no es la mejor oportunidad para la despedida, después de tamaño golazo.

Una estrategia a cuatro años

La despedida la comunicó el bloque cuando Carrió ya estaba en el Chaco, adonde estará hasta finales de mayo. Es el primer paso de una estrategia a cuatro años que la jefa de la Coalición expuso a los suyos como la mejor manera de conservar posiciones en las elecciones de 2025 y 2027.

No pueden llegar a ese proceso aliados a un bloque como el de Pichetto, que les plantea cuestiones de identidad ante su electorado más fiel. El año que viene hay elecciones a senador nacional de CABA y Carrió aspira a competir por ese cargo. Sabe que su figura tiene fuerza en distritos como la Capital, Buenos Aires y Santa Fe, y no quiere llegar con aliados que dispersen el voto más fiel.

Carrió cree que el año que viene habrá dos polos peronistas, uno ligado a Milei y su sociedad con el PRO macrista, y otro ligado al cristinismo. Entre los dos se repartirán 35/40 votos para cada uno.

Dejarán un tercio del electorado dispuesto a respaldar una opción republicana y genuinamente liberal como la de la Coalición, ampliada a sectores del radicalismo sociológico y sectores moderados del PRO, larretistas si se quiere. La primera batalla será para que el Senado apruebe la boleta única, que Carrió cree que puede facilitar un triunfo de su alterativa republicana y liberal en serio.

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