P.: Eso es, como mínimo, hasta abril de 2026.
P.: ¿Y después? ¿A su casa?
G.G.: Puede quedarse si quiere, como otro integrante más de la Junta de Gobernadores, pero lo más probable es que Trump tenga otro nombre en mente para ocupar el sitial del chairman. Y lo habitual, en esos casos, es lo que hizo Janet Yellen cuando Trump la postergó y ascendió a Powell.
P.: Retirarse.
G.G.: Tal cual.
P.: Que Powell conserve las riendas durante todo 2025 es un ingrediente crucial que aporta tranquilidad en un contexto de mucha incertidumbre acerca de lo que Trump querrá hacer en su gestión.
G.G.: Sin dudas. Y Powell contribuyó a que así sea. A diferencia de lo que pasó en 2016 cuando la Fed mudó su postura en anticipación de la política fiscal (peligrosamente expansiva) que Trump anunciaba en su discurso de campaña.
P.: La agenda sigue estando muy cargada. Aranceles, confrontación con China, disputas con todos los países, freno a la inmigración, deportaciones, bajas de impuestos. No falta nada en el menú para despertar una sensibilidad inflacionaria.
G.G.: Nadie lo discute. Todo eso junto es dinamita. Y por separado hay varios temas urticantes.
P.: Sin embargo, en esta ocasión, Powell dijo una y otra vez que la política monetaria no se va a definir hasta que la nueva Administración adopte medidas económicas concretas, pero no antes…
G.G.: Le concede el beneficio de la duda. No importa lo que le prometió al electorado. Si lo quiere pensar mejor, Trump está a tiempo. Además, la Fed ya se embarcó en la tarea de cortar las tasas con mucho entusiasmo. Está en Trump interferir con sus planes específicos y obligarla a revisar, ya sea demorar o suspender, esa hoja de ruta.
P.: No deja de ser una oferta atractiva.
G.G.: Es difícil de rechazar. Aunque Trump no pueda tampoco desligarse del todo de las promesas que les hizo a sus votantes. Deberá conciliarlas.
P.: Trump no se va a pelear con Powell si la Fed está dispuesta a continuar con la baja de tasas.
G.G.: Es una predicción elemental. Coincido.
P.: ¿Cambió Trump? ¿O cambiaron las circunstancias?
G.G.: Cambiaron los actores que ahora son menos belicosos. Las dos partes involucradas. Eso es claro. Pero lo fundamental es que rigen otras circunstancias. Para un Trump que, llueve o truene, siempre está a favor de bajar las tasas, no hay ninguna necesidad de meterle presión al banco central. Es más, resultaría contraproducente si afecta las expectativas. La Fed tiene que ser independiente, y también parecerlo.
P.: Ya vimos que la Fed recortó 75 puntos base sus tasas y, a pesar de ello, las tasas largas subieron de 3,60% a 4,20%.
G.G.: Y eso porque las designaciones de Trump en el equipo económico calmaron las aguas. Porque antes habían llegado a 4,50%.
P.: Es curioso. Scott Bessent, el futuro secretario del Tesoro, fue quien alentó la idea de una Fed en las sombras, que discutiera la política monetaria en paralelo, y diluyera el impacto de la palabra oficial. Y no fue hace tanto tiempo.
G.G.: Bessent lo dijo en octubre. Fue imprudente. Cuando Powell recortó medio punto la tasa en septiembre, la reacción fue iracunda. Parecía un espaldarazo a la campaña de Kamala Harris. Cuando Powell volvió a bajar la tasa dos días después de la elección les quedó claro a Trump y a su gente que ahora los está favoreciendo a ellos. Conviene dejarlo pasar. Si quieren cobrarse la cuenta pendiente tienen que esperar a 2026 y ahí sí elegir un sustituto que les parezca mejor.
P.: Que es lo que hicieron con Powell reemplazando a Yellen en 2018. Y que como se ve, no es garantía de satisfacción posterior.
G.G.: Tal cual. Es que tampoco pueden poner a cualquiera. Kevin Warsh es presumiblemente la persona que preferiría Trump. Pero hay que ver si el Senado (en 2026) lo aprueba.
P.: La semana próxima, el 18, la Fed termina la última reunión del año. Anotamos otro recorte de un cuarto de punto. ¿O la inflación de noviembre puede estropearlo?
G.G.: Yo diría que habrá un recorte. Una mala lectura de inflación, me parece, abortaría una decisión unánime. Michelle Bowman votaría en contra. Pero tiene que ser realmente muy mala -y no meramente la repetición incómoda de otro registro de 0,3% en la inflación núcleo- para que la Fed cancele la rutina que tanto telegrafió por adelantado. Y para que no haya una devolución de gentilezas después de las palabras de Trump. La última revisión de los costos laborales unitarios -de una suba originalmente estimada de 1,9% en el tercer trimestre a 0,8%- da un margen de seguridad para tomar ese riesgo y evitar fricciones tempranas.