InicioDeportesKayak: 65 km de mágica travesía en medio de la naturaleza

Kayak: 65 km de mágica travesía en medio de la naturaleza

En los últimos tiempos se volvió a hablar de recorrer la Segunda Sección del Delta, ya que allí encontraremos lugares casi vírgenes y escasa presencia de lanchas o cruceros. Nuestro Delta, con sus casi 750.000 hectáreas, resulta un ambiente ideal para enfrentar recorridos nuevos en lugares donde la naturaleza muestra todo su esplendor. Y entre los recorridos más interesantes está descubrir solitarios riachos y grandes ríos que serpentean por la zona.

Rumbo al canal Honda

Un mediodía a pleno sol terminamos de estibar los kayaks en la rampa pública de Tigre y zarpamos río arriba copiando la margen del Sarmiento hacia el San Antonio y el arroyo Dorado. A poco de navegar nos encontraremos primero con la pintoresca casa de Haroldo Conti, en el Gambado y el arroyo Leber. Luego, en el Sarmiento reconoceremos –por su cúpula de vidrio– la casa museo del Presidente Sarmiento y, más adelante, la isla Victoria con su glorieta con el nombre Ostende, lugar conocido como el Tres Bocas, ya que ahí se cruzan los ríos Capitán, San Antonio y Sarmiento.

Navegamos ahora sobre la margen derecha del río San Antonio aprovechando la correntada a favor. Pasamos el complejo Sarthou y divisamos la boca del arroyo Dorado, el que comenzamos a remontar. Este primer tramo tiene muchas casas de fin de semana, pero a medida que pasamos el arroyo Boraso la costa se torna más agreste, y aparecen los primeros bosque de ceibos y álamos. Va cayendo la tarde y efectuamos una remada muy tranquila disfrutando de los paisajes del río, las viejas casas isleñas, muelles solitarios y un entorno silvestre que deslumbra en cada recodo. Es una tarde solitaria y destemplada, y el arroyo se presenta como una superficie sin olas ni viento. Mientras cae el sol superamos unos extensos juncales y efectuamos una parada para tomar unos mates. A medida que nos internamos río arriba, el Arroyón empieza a zigzaguear entre extensos camalotales. Después de tres horas de remo arribamos al canal Honda y, un poco más lejos, divisamos la silueta del histórico parador El Fondeadero, donde acamparemos. Llegamos cansados y, entre mate y mate, subimos los kayaks al parque y armamos las carpas sobre el terraplén.

El cruce del Paraná

Por la mañana el cielo se presentó nublado y con viento del Este. Después del desayuno y analizando la carta náuticas, nos aprestamos para zarpar. Primero tomamos por el canal Honda hasta el hermosísimo canal Hambrientos, que siempre depara sorpresas. No pudimos seguirlo porque el río estaba bajo y el cauce se encontraba casi seco. Continuamos por el canal hasta adentrarnos en el Paraná de las Palmas. Remontamos unos kilómetros y nos decidimos a cruzarlo. El viento soplaba del Este, por momentos arrachado, y nos hacía derivar los kayaks. Eso lo notamos claramente cuando nos acercamos a las boyas del canal y percibimos la fuerza del agua. Observamos atentamente en derredor para divisar la presencia de barcos navegando, ya que puede resultar peligroso remar cerca de ellos. Un capítulo aparte merece la visión del paso de los grandes barcos que navegan por la hidrovía del canal Mitre: los portacontenedores son tan variados y enormes que desde el kayak y a ras del agua se logra una visión muy singular. 

Una vez en la Segunda Sección, buscamos la boca del arroyo Capitancito. Mientras avanzábamos bordeando los juncales, el viento se incrementó, por lo que navegamos pegados a la costa. La idea era llegar hasta el Estudiantes y el Felicaria, y subir por este río hasta el Paraná Miní. En el Paraná hay que prestarle mucha atención al viento y al incremento del oleaje, porque es un lugar muy abierto y puede deparar sorpresas si empiezan las ráfagas fuertes. Al mediodía decidimos volver a cruzar el Paraná y buscar la playa del río Capitán, que se halla pegada a la draga. Ahí paramos para almorzar. 
El regreso al Fondeadero fue trabajoso porque el viento nos tomaba de frente y los kayaks avanzaban a ritmo lento. Por la noche armamos el fogón y cenamos los infaltables tallarines con estofado. Al día siguiente emprendimos el regreso hacia Tigre navegando el Paraná de las Palmas hasta el río Capián, y por éste llegamos hasta el Sarmiento. El regreso fue con oleaje porque el domingo el río estaba con mucho tráfico. De todas formas, fue un viaje en contacto con la naturaleza a través de un Delta increíble.

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