¿Se puede seguir escribiendo sobre Joaquín Torres García y su obra monumental, aclamada y altamente cotizada en el mundo, que aún trasciende a pesar de los ríos de tinta que han corrido sobre ella? Se puede, y también seguir admirando las pinturas, dibujos, juguetes, libros caligráficos y escritos del maestro uruguayo nacido en Montevideo 1874 y fallecido en esa ciudad en 1949.
Con motivo de cumplirse el 150 aniversario de su nacimiento se presenta un extraordinario conjunto de obras en el Museo Nacional de Bellas Artes bajo la curaduría de Cristina Rossi, titulado “Ensayo y Convicción”, en cuyo catálogo se cuentan textos de la ya citada curadora, Silvia Dolinko, Gonzalo Aguilar y Andrés Duprat, director del Museo.
Se incluyen piezas existentes en colecciones públicas y privadas, entre ellas, nueve pinturas del patrimonio del Museo que se suma a una serie de homenajes en las principales instituciones culturales del mundo, sin contar las realizadas en Uruguay.
Más allá de la obra plástica exhibida, es notable la investigación realizada en cuanto a la atractiva cronología que invita a leerla, desplegada a lo largo de una de las paredes de entrada a las salas, tempranas ilustraciones para libros y revistas, refinados dibujos, por ejemplo, “La Dama de negro” (1906), carboncillo s/papel, pinturas de 1920 como “Paisaje de Nueva York”, la frontalidad de “Calle Abstracta” (1928) o “Catedral Constructiva” (1931) perteneciente a la colección del Museo.
Llama la atención el cuadro constructivo dedicado a la 7ª sinfonía (1941), dedicado a Shostakovich, año de la invasión nazi a Rusia en memoria de los hombres que combatieron para evitar la toma de Leningrado.
Torres García siempre deslindó los contenidos políticos de la expresión artística pero incluyó la estrella roja, la hoz y el martillo además de las inscripciones “Leningrado” y “URSS”. La obra conserva la huella de la censura que regía en Uruguay durante la dictadura militar iniciada en 1973. Su familia decidió cubrir con témpera las referencias políticas. Hoy no quedan rastros del repinte, pero se documenta este episodio de autocensura.
En 1881 se traslada a España, estudia pintura y grabado en Cataluña, se asocia al grupo de artistas católicos como el círculo Artístico Saint Luc, colabora con Gaudí en los vitrales de la Sagrada Familia. En 1910 realiza lienzos murales en Barcelona y Sarriá, es invitado a decorar el techo del Pabellón de Uruguay en la Exposición Universal de Bruselas.
En 1917 publica los principios estéticos de su pintura en el libro “Notes sobre art”. Crea sus primeros juguetes transformables en madera y junto al uruguayo Rafael Barradas expone sus composiciones vibracionistas. Viaja a París , edita en 1930 junto a Michel Seuphor “Cercle et Carré”, revista que promueve el arte constructivo–abstracto, también va a Italia y a Nueva York. En 1934 regresa a Montevideo, desarrolla una gran tarea docente y en 1944 funda el mítico Taller Torres García. Da a conocer su gran libro “Universalismo Constructivo” en el que volcó sus ideas preocupado por la formación estética y filosófica de los jóvenes.
La obra torresgarciana está plena de simbolismos de carácter cósmico, del estudio de la simetría relacionado con la cábala y sus referencias herméticas, de las palabras clave de su arte concreto, metafísico y universal, palabras como forma, estructura, orden, armonía. Artista errante, finalmente encontrará en Montevideo su lugar en el mundo: “ni en Buenos aires ni en Montevideo uno puede imaginar que está en Europa. La luz ya lo indica”.
La sala está también ilustrada por su famoso mapa invertido: “nuestro Norte es el Sur… ahora ponemos el mapa al revés y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición y no como quieren en el resto del mundo”. “América tendría que dar un arte inédito. En sí mismo todo artista americano tendría que librar la gran batalla que de continuo se libra entre el Hombre Universal y el hombre individuo», claves de su pensamiento que aparecen en Universalismo Constructivo cuyo título completo es «Contribución a la unificación del arte y la cultura”.
Pero debe aclararse que Torres García nunca cayó en lo arqueológico ni en hacer pastiches sudamericanos, ni en el folklore, ni en el plagio indigenista, hoy tan de moda en esa suerte de reivindicación de los pueblos originarios que se “acaba de descubrir” en el arte. “Es algo que hay que evitar a toda costa” consignaba el filósofo uruguayo Juan Flo (1930-2021), un gran analista y experto en la obra del maestro. «Joaquín Torres García – Ensayo y Convicción», una muestra insoslayable, clausura en marzo 2025.