MADRID.– Venezuela afronta días decisivos. La toma de posesión del próximo presidente, prevista para el 10 de enero, será una cita determinante para el futuro del país, pero también para el tablero geopolítico internacional. El poder sigue en disputa casi cinco meses después de las elecciones del 28 de julio. Nicolás Maduro se declaró ganador sin enseñar las pruebas de los resultados, mientras que su principal contrincante en las urnas, Edmundo González, reivindica un triunfo rotundo en virtud de las actas en poder de la oposición, difundidas públicamente. Sin embargo, se trata de un pulso desigual, ya que el chavismo ha hecho de la represión su única respuesta a la crítica política y al malestar de la población.
La concesión del Premio Sájarov a González y a María Corina Machado, principal líder opositora, es una muestra del compromiso de la Unión Europea con la causa democrática en Venezuela. La distinción a la libertad de conciencia corre el riesgo, no obstante, de quedarse en una declaración simbólica. El veterano diplomático, que tuvo que exiliarse en España para evitar la persecución, prometió volver a Caracas para la investidura del 10 de enero. Ahora está por ver hasta dónde está dispuesto a llegar Maduro.
González y Machado reclamaron a Europa mayor implicación en un proceso de transición en Venezuela. No existe un camino claro, a corto plazo, que deje entrever alguna cesión de poder por parte de Maduro o una disposición sincera al diálogo. El sistema judicial y carcelario sigue al servicio de la persecución política. Las autoridades tienen la obligación de liberar a los presos de conciencia, como también piden las Naciones Unidas, y abandonar de inmediato la represión.
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