El peronismo históricamente tuvo (y aun aunque discretamente pareciera tener) su bastión electoral en la provincia de Buenos Aires.
Cuali y cuantitativamente, este megadistrito es clave para observar la potencia electoral del populismo peronista, en especial su conurbano, producto de proyectos de destrucción de economías regionales y desindustrialización perpetrados por el antiperonismo y (¡ay!) el peronismo neoliberal.
Sin embargo, Buenos Aires también es el espacio donde el conflicto interno en el populismo peronista cobra mayor volumen y visibilidad. Hoy no es la excepción y está en pleno desarrollo.
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¿Vemos brevemente un conflicto intrapopulista emblemático producido en los años 70?
No se trata de extrapolar experiencias tan diversas, sino para observar su aparente inevitabilidad histórica. O el vice gobernador/a confronta con el gobernador/a, o el gobernador/a confronta con el jefe/a, conductor/a o líder/reza u otras combinaciones posibles.
Un distrito cuya potencia productiva, política y fundamentalmente electoral indudablemente encandila. En el caso bajo análisis en esta nota, fue Juan Perón (!!) el que no logró reconducir el conflicto interno, imaginemos entonces su índice de dificultad.
A nuestro juicio hay tres internas emblemáticas en la historia del peronismo Bidegain-Calabró, Menem-Cafiero, Kirchner-Duhalde.
Las dos últimas, aunque siempre desfavorables al candidato bonaerense, resultan más contemporáneas, pero tienen una ausencia que las distancia teórica y políticamente de la actual: el peronismo aún no había constituidos un liderazgo histórico, como luego encarnaron con visiones divergentes Carlos Menem y Néstor Carlos Kirchner.
Ese liderazgo histórico sí existía durante la gobernación de Bidegain, donde el conductor del espacio era Juan Perón, liderazgo que un sector del peronismo cuestionaba de manera creciente, la así llamada Tendencia Revolucionaria, aparato de superficie de la organización político-militar Montoneros.
Bajo la denominación Gobernadores de la Tendencia solía ubicarse a los mandatarios provinciales de Córdoba, Mendoza, Santa Cruz, Salta, San Luis, Catamarca y Buenos Aires.
En esta secuencia es obvio que el bonaerense Oscar Bidegain era emblemático. Para resumir largamente este episodio de lucha interna, frente al avance de la Tendencia Revolucionaria, la derecha peronista logró disociar hasta enfrentar la figura del gobernador bonaerense de la del conductor del espacio Juan Perón.
Aun sin que mediara la voluntad explícita de Bidegain, bastó que esta operación de disociación y enfrentamiento a Perón se llevara a cabo de manera exitosa por parte de la ortodoxia peronista, con la consigna central que se condensa en la ilustración inicial, para que la suerte del gobernador Bidegain estuviera echada.
Debió renunciar el 23 de enero del año 1974, apenas cinco meses y siete días antes de la muerte de Juan Perón. Como correctamente lo señala Agustín Navia: “Los elementos presentados en este trabajo nos permiten, de alguna manera, confirmar la hipótesis señalada en un principio, que sostiene que la caída del gobernador Bidegain fue dirigida expresamente por el general Perón y el sindicalismo ortodoxo, siendo este último el que en realidad encabeza la iniciativa…” (Ponencia en las V Jornadas de Sociología de la UNLP. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Departamento de Sociología, La Plata, 2008.)
Regresando a la interna y a sus nombres y discusiones, la actual coyuntura política tiene nuevamente a CFK como una de las principales protagonistas.
Ungida con el consenso de la mayor parte del peronismo, la expresidenta asumió la titularidad partidaria con el fin de ordenar al justicialismo de cara a esta nueva etapa.
Ante la ambición anticipada del gobernador Kicillof, que anunció su candidatura presidencial en el primer año de gobierno libertario, y la de un “devaluado” Ricardo Quintela, que forzó hasta el final sus chances de conducir el partido, el peronismo se zambulle nuevamente en la disputa interna, como lo hizo en todas las etapas tras una gran derrota.
Sin embargo, a diferencia de otras grandes disputas internas, el liderazgo nacional de Cristina Fernández sigue siendo hoy el más nítido y potente, también en su dimensión electoral.
La evidencia prueba que desafiar los liderazgos históricos dentro del populismo peronista fue, es y será una antigua mala idea, aunque siempre retorne renovada, estimados lectores de PERFIL.
* Director de Consultora Equis.