Un nuevo default del sector agropecuario activó las alarmas este fin de semana. Los Grobo Agropecuaria (LGA), la empresa que desarrolló Gustavo Grobocopatel, no saldó un pagaré bursátil de US$100.000, que venció el jueves 26, y avisó que cancelaría los pagos de ese tipo de obligaciones hasta el 31 de marzo, por un total de US$10 millones.
Ese fue el hecho desencadenante de una trama con muchos otros ribetes, sobre la cual en las últimas horas hicieron foco muchos productores, economistas y protagonistas de la realidad argentina. El tema escaló al primer plano de las inquietudes por la relevancia del campo en la dinámica del país, y porque el caso involucra al “rey de la soja”, aunque Grobocopatel desde hace ocho años es un socio minoritario (5%) y está “fuera de la operación” de la empresa, según respondió ante la consulta de Clarín.
Con todo, representantes del fondo Victoria Capital Partners (VCP), un grupo inversor de capitales mayoritariamente estadounidenses y canadienses, ofrecieron su versión de los hechos. Indicaron que la refinanciación para el agro entró en crisis a partir del 28 de noviembre, luego de que Red Surcos, la otra gran empresa agropecuaria afectada, entró en default por no poder refinanciar pagarés bursátiles.
Ese hecho fue un germen de desconfianza, en un escenario de números ajustados por la baja de precios de los granos, costos dolarizados y retenciones, que redujeron drásticamente los márgenes de rentabilidad de toda la cadena agropecuaria. Encima, el cambio de modelo económico político, produjo una brecha entre la actitud general de adelantar compras de insumos para evitar el encarecimiento en dólares, durante el gobierno de Alberto Fernández, a la situación actual en que las compras -y las ventas de granos- se hacen a último momento.
Los representantes de Los Grobo destacaron que durante todo diciembre fue complicándose cada vez más la renovación de vencimientos de corto plazo. Por ello optaron por “ponerle un dique a la parte financiera” hasta la próxima cosecha, el momento en el que volverán a ingresar fondos propios del agro, sin depender de financiamiento ajeno al sector.
Desde VCP afirman que tanto los negocios de LGA -abocada a la siembra y, cada vez más, a la comercialización de granos- como el de su controlada Agrofina –venta de insumos- “ están sanos” y sólo los afecta una “iliquidez financiera transitoria” que esperan superar en los próximos meses.
La respuesta que dieron a quienes se preguntaban en redes sociales “cómo no cubren la deuda que pueden pagar con dos camionetas” es que están haciendo “foco en proteger el capital de trabajo que se necesita hasta levantar la cosecha, cuando volverá a ingresar dinero”.
Pagarés bursátiles: qué son y qué rol tienen en estos casos
Esa descripción sitúa al corazón del problema en cuestiones financieras, asociado a los pagarés bursátiles, una herramienta más sencilla que las Obligaciones Negociables (ON), reguladas por organismos de control como la Comisión Nacional de Valores (CNV). En efecto, esta semana la CNV denunció públicamente a Red Surcos por la presunta comisión del delito de engaños a inversores.
Los titulares de la empresa afectada retrucan que “la información estaba disponible, según lo demuestra el hecho de que una mayoría de 70% de los financistas retiraron la voluntad de renovar el crédito”. Destacan que cumplieron cada paso necesario para operar con estas herramientas financieras y que lo ratificarán cuando sean notificados por algún juzgado, mientras ya negocian con sus acreedores financieros.
Con todo, expertos en finanzas contextualizan una cuestión que encienden las alertas. Los pagarés bursátiles surgieron en un momento en que eran una buena inversión para los financistas. Las empresas del agro, especialmente las que venden insumos, los utilizaron para financiar a los productores afectados por la sequía, como una manera de aliviar los abundantes stocks de insumos: un mercado que se achicó de 4.100 a 3.000 millones de dólares anuales.
Estos especialistas advierten que el mercado financiero está expresando, desde hace un mes, que “la macroeconomía argentina no está diseñada para que el campo sea rentable en este momento difícil y están redirigiendo la plata con la que antes financiaban al agro hacia otras inversiones”.
Esas especulaciones financieras, más la escasa espalda del sector agropecuario, que viene de años con malos resultados y ahora va camino a una cosecha abundante en volumen pero poco rentable, provocó estos cimbronazos que todos ruegan no generen un efecto dominó.
La confianza en economía y finanzas es un factor clave. Dependerá de cómo maniobren esta situación complicada las empresas referidas, y otras que también se han financiado y endeudado, más la evolución de la macro y de la presión impositiva, para que el campo llegue a la cosecha de otoño “sano y salvo”, como el gran motor de la actividad argentina.