Dirigida por Alexandre de la Patelliere y Matthieu Delaporte, ya especialistas en Alejandro Dumas, el film no refleja demasiado el original pero reluce en vestuario, escenografía, detalles de época y otros lujos.
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Alexandre de la Patelliere y Matthieu Delaporte, directores del reciente díptico “Los tres mosqueteros. DArtagnan” y “Los tres mosqueteros. La venganza de Milady”, pusieron sus ojos en otro texto de Alejandro Dumas, “El conde de Montecristo”, e hicieron una megaproducción a su estilo, formalmente cuidado y narrativamente movido, lleno de peleas, cabalgatas, vestuarios de nota e intérpretes de mérito.
A la cabeza, Pierre Niney, Anais Demoustier, Pierfrancesco Favino. Detrás, un largo elenco, casi 40 dobles de riesgo, media docena de palacios, la catedral de Saint-Etienne, lo que fue la auténtica cárcel de la isla de If, frente a Marsella, y lo que nunca fue la isla de Montecristo frente a la Toscana, y decimos nunca fue porque Dumas la imaginó de otro modo y es solo un islote pelado. Por supuesto, los autores se toman sus libertades, los lectores de Dumas pueden resoplar un poco, pero los que ni saben de qué se trata van a ir asombrados de sorpresa en sorpresa. Quizá la película parece algo superficial, pero ilustra hábilmente la vieja y eterna historia de traición, sobrevivencia, superación y venganza. En síntesis, un relato atractivo, de fotografía preciosa, música ampulosa, diálogos interesantes, ritmo casi incesante, entretenido, y eso que dura 178 minutos, prácticamente tres horas.
La primera versión de “El conde de Montecristo”, que también fue una de las primeras que se hicieron en la incipiente Hollywood allá por 1908, duraba apenas 14 minutos. Protagonista, Hobart Bosworth, hoy olvidado. A partir de allí se hicieron decenas, con James O’Neill (padre de Eugene O’Neill, dramaturgo), John Gilbert, luego famoso partenaire de Greta Garbo, Arturo de Córdova, John Derek, Richard Chamberlain, Jim Caviezel, entre otros, y series y miniseries en España, 1969, Francia, 1998, con Gerard Depardieu, Cuba, 2002, codirigida por Noemí Cartaya, la lista sigue. Algunos amores perdidos al pie del altar, Elisa Landi, Joan Bennett, Yvonne Furneaux, Ornella Muti, Kate Nelligan, Emma Cohen, Mapy Cortés, Anny Duperey.
Las versiones más renombradas hasta ahora son las de Rowland Lee con Robert Donat, 1934, Robert Vernay con Pierre Richard-Wilm, 1943, y Jean Servais, 1954, León Klimovsky con Jorge Mistral, 1954, y Claude Autant-Lara con Louis Jordan, 1961. También valiosa, la serie de Denys de la Patelliere con Francis Weber y música de Nino Rota, 1979. El hijo del director tenía entonces 8 años, y ahora, a los 53, entrega su propia versión, que promete imponerse a todas las anteriores, cosa discutible pero no imposible, considerando los gustos actuales.
Argentina
De nuestro país cabe señalar una radionovela con Narciso Ibáñez Menta y Rosa Rosen, década del 40, la antedicha película de León Klimovsky, coproducción con México donde Jorge Mistral era acompañado por Elina Colomer, Santiago Gómez Cou, Nelly Medem, Ernesto Bianco y Nathan Pinzón, nada menos, todo según adaptación de Ulises Petit de Murat, y la telenovela “Montecristo”, 2006, con Pablo Echarri, Paula Krum y gran elenco, libreto de Adriana Lorenzón y Marcelo Camaño, que trasladaron la historia a 1995. Allí el protagonista no es un marinero sino un abogado, y el trasfondo remarca una intriga política. Esta novela tuvo tanto éxito que el capítulo final se difundió desde el Luna Park, que estaba repleto. Se vendió a más de 45 países, y tuvo remakes en Chile (con Gonzalo Valenzuela) México (Diego Olivera), Colombia, Rusia, Portugal, Italia y hasta la propia Turquía. Eran otros tiempos.
Entre las rarezas, se anotan cosas como “El hijo de Montecristo”, “El regreso de Montecristo” (en verdad, el nieto), “La mujer de Montecristo (Lenora Aubert suplantándolo en algunas venganzas), “La espada de Montecristo” (Rita Corday como espadachina), “El secreto de Montecristo” (piratas en busca del tesoro), el animé “Gankutsuou” ambientado en el futuro 5053, un dibujo australiano, otro canadiense de Laura Sheperd, “El vizconde de Montecristo”, disparate mexicano con el cómico Germán Valdez, alias Tin Tan, y “La condesa de Montecristo”, comedia donde una chica roba vestidos del estudio donde trabaja como extra y se da la gran vida haciéndose pasar por aristócrata. La escribió Walter Reisch y la encarnaron sucesivamente Brigitte Helm después de “Metropolis”, Fay Wray antes de caer en manos de King Kong y la patinadora Sonja Henje.
Medio perdida, “María Montecristo”, fantasía romántica de Luis César Amadori sobre una mujer de doble personalidad, con Zully Moreno y Arturo de Córdova, la misma pareja y el director de “Dios se lo pague”. ¿Y qué otra cosa es “Dios se lo pague”, sino una preciosa variante de Montecristo? Un obrero hace un formidable invento, el patrón se lo roba y encima lo manda a la cárcel, pero el otro se las ingenia para desquitarse paulatinamente del patrón, el hijo del patrón y la sociedad entera, hasta que comprende que la venganza no es lo mismo que la justicia, ni es un triunfo. El último capítulo es siempre el de la redención.
“El conde de Montecristo” (Le comte de Montecristo, Francia-Bélgica, 2024); Dir.: Alexandre de la Patelliere y Matthieu Delaporte; Int.: Pierre Niney, Anais Demoustier, Pierfrancesco Favino, Anamaria Vartolomei.