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Sting en Buenos Aires: menos es más

Sting decidió despojar su música de todo lo superfluo y dejarla desnuda. En el marco de su gira mundial Sting 3.0, el legendario músico británico se presentó en Buenos Aires con un show este domingo (repitió el lunes) que fue mucho más que un repaso de éxitos: fue una clase magistral de cómo la sencillez, bien ejecutada, puede ser brutalmente efectiva.

Con un set de 22 temas en una hora y cuarenta y cinco minutos, Sting —acompañado por una banda ajustadísima que funcionó como una extensión de su propia respiración— dejó en claro que no necesita de fuegos artificiales para impactar. Aquí no hubo lugar para florituras ni excesos sonoros: el formato trío, aquel que lo catapultó a la fama global con The Police, volvió a ser el protagonista. Y claramente sigue funcionando.

Desde el arranque, el show se movió entre los clásicos de su etapa solista y las joyas imperecederas de The Police. Message in a Bottle desató los primeros coros colectivos, mientras que Englishman in New York y Walking on the Moon, entre muchísimas otras, confirmaron que el poder de la melodía sigue intacto. La banda, sin fisuras, alternó con naturalidad entre la crudeza de un power trío, la sutileza de un ensamble jazzero y la cadencia del reggae, creando una dinámica que mantuvo al público —12 mil personas entregadas a cada nota— en un estado de conexión total.

Sting, con sus 73 años, desafió cualquier idea preestablecida sobre el paso del tiempo. Su voz sigue siendo inconfundible y su bajo sigue marcando el pulso con una precisión quirúrgica. La decisión de hablar poco entre tema y tema le dio al concierto un ritmo ágil, sin pausas innecesarias ni discursos grandilocuentes.

El final fue una declaración de principios. Tras una falsa despedida con Every Breath You Take, el regreso al escenario trajo una versión impecable de Roxanne, que hizo estallar al Movistar Arena. Pero Sting, fiel a su estilo, eligió cerrar con algo más profundo: Fragile. Sentado, guitarra acústica en mano, bajó el telón con una interpretación que no solo acarició los oídos, sino también el alma.

En una era donde la música suele zigzaguear entre la sobreproducción o la monotonía melódica —como bien lo ha señalado Charly García, presente en los camarines para saludar al inglés—, Sting eligió el camino opuesto: la honestidad sonora, la crudeza justa y la emoción sin artificios. Un show que no solo repasó una carrera legendaria, sino que también recordó por qué, a veces, menos es mucho más.

Every Little Thing She Does Is Magic

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@chuleval

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