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La corrupción amenaza a Milei

El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, insiste en que “a Milei no le importa la plata” y que por lo tanto no podría ser un corrupto. Estará en lo cierto, ya que, como muchos artistas, académicos y otros que se dedican a su vocación particular, Javier Milei parece ser indiferente a los beneficios materiales que la suya podría reportarle, pero ello no quiere decir que todos aquellos que optaron por acompañarlo tengan los mismos valores. Por desgracia, la política siempre ha atraído a personajes dispuestos a usarlo para enriquecerse y sería necio suponer que tales individuos no abundan entre los recién convertidos al credo mileísta. Sorprendería que no se contaran por miles.

Aunque Milei no tendrá porque preocuparse demasiado por su propia conducta, es indirectamente responsable por la de todos los funcionarios del gobierno que encabeza.  Puesto que a nadie se le ocurriría tomarlo por un tipo sentimental, ya que es un duro que no se deja conmover por las tribulaciones de los jubilados, discapacitados, profesores universitarios y otros que están protestando contra el ajuste severo que les está aplicando, sería de suponer que no titubearía en defenestrar a todos los acusados de actos de corrupción, pero sucede que hay un hueco en su armadura psicológica. Aunque le encanta intercambiar mísiles verbales denigrantes con sus críticos, no le gusta para nada que los dirijan contra su hermana  Karina Milei.  Puede entenderse, pues, la inquietud que se ha apoderado de quienes quieren que al gobierno le vaya bien pero tienen motivos de sobra para temer que, aunque sólo fuera por su propia impericia, se las arregle para desintegrarse, llevando consigo al abismo las esperanzas que ha sabido generar.

Desde hace algunos meses, el mileísmo está perdiendo fuerza merced en parte a los éxitos que se ha anotado en la batalla contra la inflación. El escándalo provocado por el caso $Libra sirvió de preaviso sobre lo que podría suceder. Si bien por tratarse de un embrollo relacionado con un tema, el de las críptomonedas, que pocos entendían, el impacto político fue menor de lo que era razonable prever, mostró que  miembros destacados del gobierno eran proclives a asociarse con aventureros financieros de procedencia oscura. En cambio, el causado por audios atribuidos al exjefe de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo, según los cuales para ganar licitaciones la empresa La Suizo Argentina había sobornado a funcionarios del gobierno, incluyendo a Eduardo “Lule” Menem y, tal vez, a Karina, sí ha provocado temblores políticos.  

Al coincidir las denuncias con el rechazo parlamentario del intento de Milei de vetar una ley destinada a aumentar las prestaciones para los discapacitados, los simpatizantes del presidente se inclinaban a imputarlas a una operación opositora apropiada para los tiempos que corren en que está haciéndose cada vez más difícil distinguir entre la verdad y lo fabricado por expertos cibernéticos, pero para continuar convenciendo al electorado de que es víctima de noticias falsas, el gobierno tendría que dar explicaciones más persuasivas que las ensayadas.  No se equivocan los voceros oficialistas cuando dicen que sectores de la oposición quieren derrocar -destituir- al Gobierno para que el peronismo pueda reanudar su combate exitoso al capital, pero el mensaje así supuesto será aceptado sólo por la minoría que piensa en el largo plazo y es reacia a creer que a veces los contrarios a Milei podrían tener razón.      

De todos modos, el que a juicio de quienes lo conocen, Milei dependa tanto de su hermana por su estabilidad emocional es un problema mayúsculo para el país que sigue siendo tan caudillista como ha sido a través de su historia y se siente más cómodo con un presidente supuestamente fuerte. La relación carecería de importancia si Karina se limitara a desempeñar en privado el rol que tantos le adjudican sin intentar incidir en las decisiones del presidente, pero sucede que, desde el vamos, ella misma no vaciló en aprovecharla para consolidarse como la jefa indiscutida de La Libertad Avanza que se improvisaba para dar apoyo a un hombre sin trayectoria en la política. Hoy en día, el dedo de Karina tiene tanto poder en el oficialismo actual como el de Cristina en el menguante mundillo kirchnerista. Y, como Cristina, Karina se ve acusada de usarlo para acumular muchísimo dinero aunque, por ahora cuando menos, las denuncias en su contra no han llegado a los tribunales.  

El nepotismo, la propensión a repartir cargos entre familiares y amigos íntimos, es un mal casi universal, pero en algunas sociedades, entre ellas las del Oriente Medio y las latinas, es llamativamente común e influye de manera nefasta en política. Aquí, virtualmente todos los presidentes nacionales, gobernadores provinciales e intendentes municipales han cedido a las tentaciones que ofrece con el pretexto de que les es preciso rodearse de personas en que les sea dado confiar. A menudo se ven defraudados, pero puesto que romper con sus cónyuges, padres, hermanos,  hijos, sobrinos o nietos les provocaría una gran crisis en el ambiente personal, se sienten obligados a minimizar las acusaciones hasta que les sea demasiado tarde. Es por tal motivo que en países en que el nepotismo es rampante suelen formarse “castas” hereditarias corruptas e ineptas integradas por sujetos que deben mucho más a sus vínculos familiares que a sus propios méritos.

Milei triunfó en 2023 en gran medida porque más de la mitad del electorado que se dio el trabajo de votar creyó que pondría fin al predominio de una “casta” considerada parasitaria cuyos miembros se habían acostumbrado a vivir bien a costillas de los demás que, crisis tras crisis, se veían reducidos a la miseria, pero parecería que, a pesar de su notoria heterodoxia económica y otras excentricidades, comparte muchos vicios que son característicos de la sumamente desprestigiada clase dirigente nacional. No extraña, pues, que lo mismo que sus antecesores en la Casa Rosada, Milei esté plasmando una versión propia de “la casta” que se asemeja bastante a la que aspiraba a desplazar. Si bien sus integrantes, muchos de los cuales son políticos profesionales que hasta hace poco se oponían frontalmente a los principios reivindicados con vehemencia apasionada por Milei, han aprendido a jurar fidelidad al rigor fiscal y al déficit cero, en el fondo la elite que están conformando no es muy distinta de la de antes.

¿Será capaz Milei de recuperarse de los golpes que acaba de recibir? Puesto que la mayoría de las denuncias de corrupción que están formulándose involucra de algún modo a Karina, lo lógico sería que le pidiera dar un paso al costado hasta que la Justicia haya determinado si son verídicas o meros productos de la malicia de quienes se han visto perjudicados por sus decisiones, pero pocos creen que Milei se animaría a ir tan lejos. El temor a que, si Karina cayera en desgracia, su hermano se desplomaría y que, sin él, la Argentina se entregaría nuevamente al populismo más insensato, ha echado una sombra sobre las perspectivas frente al país que, hasta hace apenas una semana, parecían tan promisorias, de ahí la suba explosiva del índice riesgo país.   

Que tanto dependa de un hombre que a su manera encarna una idea clave, una sencilla pero fundamental según la cual el país tiene que habituarse a vivir dentro de sus medios genuinos, significa que el futuro de la Argentina pende de un hilo. No es gracias a sus cualidades intrínsecas que Milei domina el escenario político nacional, es porque todavía no han surgido alternativas convincentes que podrían gobernar sin planes platita inflacionarios.

Acaso la situación sería distinta si a inicios de su gestión el presidente se hubiera esforzado por ampliar su base de sustentación construyendo una coalición con agrupaciones, comenzando con el Pro, que habían llegado a compartir sus convicciones básicas. Por razones mezquinas, no lo haría. Antes bien, instigado por Karina, Milei y los militantes libertarios de la primera hora se pusieron a fagocitar a tales agrupaciones con el propósito de aumentar el poder propio. Para colmo, lo harían de la peor manera, humillando a aquellos dirigentes que se resistían a arrodillarse ante los hermanos.

Milei nunca ha procurado ocultar el desprecio que siente por la política que, bien que mal, es inseparable de la democracia representativa, motivo por el que la ha dejado en manos de otros para que pueda dedicarse a tiempo completo a los asuntos económicos que lo fascinan. Mientras el país corría peligro de ser devastado por un tsunami hiperinflacionario, su negativa a prestar atención a lo que decían los líderes partidarios no le ocasionaba muchos dolores de cabeza, pero al difundirse la sensación de que había logrado poner en orden la macroeconomía y que por lo tanto el país se acercaba a “la normalidad”, tendrá que prestarles más atención. Puede que sea prematuro suponer que la emergencia ya quede atrás y que, le guste o no a Milei, en adelante tendrá que cumplir todas las funciones que son inherentes al cargo de presidente de la República que ocupa, pero a menos que lo haga no le será del todo fácil llevar a cabo las reformas drásticas que se ha propuesto para dejar atrás la decadencia centenaria que tantos males ha provocado.

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