¿Qué de distinto podría haber dicho Marcelo Gallardo si hablaba anoche en relación a su diagnóstico evaluatorio post Unión? ¿Habría cambiado su mirada sobre River?
Posiblemente lo que el Muñeco hizo al momento de evitar los micrófonos fue prescindir del autoplagio. No quiso redundar en esa serie de conceptos que ya había volcado después del ajustado triunfo por penales en Copa Argentina.
River, por caso, se mantuvo en esos “cinco puntos” con los que el deté calificó el nivel de su plantel luego de que la épica de Franco Armani evitara la eliminación. Y redondeando generosamente hacia arriba en los decimales.
Así formó River ante San Martín (Fotobaires). Foto: FOTOBAIRES Fecha 7 Torneo Clausura Liga Profesional.
¿Qué hubiera dicho Gallardo? ¿Que como advirtió el jueves pasado en Mendoza Quintero aún “se tiene que poner mejor” para explotar al máximo sus características para ser el “jugador diferencial” que el Muñe describió potencialmente?
¿Qué reflexión podría haber hecho, en efecto, sobre Portillo, al que probó como relevo de Enzo Pérez, pero que demostró estar todavía lejos de ser aquel Sicario que brindaba múltiples soluciones en Talleres?
Está claro que Gallardo habría dicho más de lo mismo porque nada cambia en cuestión de tres o cuatro días. Pero en su silencio se esconden, tal vez, las certezas que le arrojó este River. Un equipo que no certificó en cancha la enorme distancia en jerarquía y presupuesto que lo separa de San Martín. Y que además reveló grietas preocupantes que en proyección preocupan.
Porque defensivamente, el dúo que se presume titular (Martínez Quarta-Paulo Díaz) no se mostró firme contra un equipo que en el campeonato metió tres veces menos goles que River (5), y que dentro de 17 días tendrá que marcar a Vitor Roque y José López.
Gallardo, golpeado (Ramiro Gómez).
Porque Kevin Castaño arrancó con perspectivas de playmaker pero terminó enredándose en su propio barullo.
Y porque el ingreso de otro de sus refuerzos (Galarza Fonda) no aportó dinámica ni cambió la ecuación al menos por impulso de demostrar.
Habrá, claro, aspectos positivos del 2-0. Uno: la versatilidad y la calidad de Santiago Lencina para corregir una jugada de Ian Subiabre (quizás el único pibe que no aprovechó sus oportunidades en el semestre) y marcar otro gol con la camiseta de River.
Salas y su festejo: fue el mejor de River (Maxi Failla).
Otro: la facilidad con la que Maxi Salas interpreta en cancha todo aquello que el Muñeco desea ver de los otros futbolistas en campo.
El refuerzo que valió € 8 millones más impuestos -y la ruptura de las relaciones diplomáticas con Racing- sintoniza con el manual de estilo, aportando gol y empuje. Tanto que ya se percibe cierta dependencia de lo que el Gordo pueda hacer. Si el resto lo imita, el equipo hablará en la cancha. Y Gallardo, afuera de ella.