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Brasileño, decime qué se siente, y el riesgo de enfermedad holandesa: los efectos de una inflación en dólares cercana al 100%

Las últimas postales de hinchas brasileños que pasaron por Buenos Aires se resumieron, días atrás, en sus quejas por los precios que debieron pagar mientras estuvieron esperando la final de la Copa Libertadores, que disputaron dos equipos de ese país. Un año atrás, otros hinchas brasileños que seguían a sus equipos y les tocaba jugar en la Argentina, prendían fuego billetes de pesos en señal de burla por la híper devaluada moneda nacional.

Imágenes tan opuestas, separadas por menos de un año, se explican fácilmente. La impresionante suba de precios en dólares que se observó en Argentina durante 2024, que no fue otra cosa que la contracara del fortalecimiento del peso, una de las monedas que más se revaluó en el mundo a lo largo de este año.

Algunos datos concretos para explicar este fenómeno. La canasta básica total del INDEC subió nada menos que 89% en dólares, de 498 a 940 dólares MEP, entre noviembre de 2023 y noviembre de 2024.

Siempre tomando como referencia los precios que revela mensualmente el INDEC, y pasándolos a dólar MEP de cada momento, un producto como el agua mineral subió 154%, en dólares, en un año. Si el hincha brasileño se comió un pancho, hay que decir que la salchicha tipo viena subió 127% en dólares. Una botella de cerveza, está hoy 131% más cara, en dólares, que un año atrás

Hay que tener en cuenta que los brasileños vienen de un país que en 2024 registró una inflación anual menor al 5%. Y por lo tanto, sus salarios no han variado significativamente este año. Para ellos, el costo de viajar a la Argentina se duplicó, por lo menos.

Precios de alimentos en dólarres

Y por eso mismo, pero en sentido inverso, se espera que este año los argentinos invadan las playas brasileñas.

Enfermedad holandesaEnfermedad holandesa

El telón de fondo de todo esto es el superpeso, que no quiere decir, ni de lejos, que creció sustancialmente el poder adquisitivo de los salarios argentinos, al menos no dentro de la Argentina. Según el índice RIPTE de salarios privados registrados, el salario promedio en dólares subió este año casi 90%, pero su poder de compra local está todavía 2 o 3 puntos por debajo de un año atrás.

Atado a la discusión por el superpeso, se añade el debate sobre si la economía argentina atraviesa una etapa de atraso cambiario, es decir, un dólar relativamente barato.

El equipo económico no le escapa al debate. Días atrás, el viceministro de Economía, José Luis Daza, aceptó que el país está iniciando una era de “peso fuerte” y que el fenómeno puede durar varios años.

Daza sostuvo esta afirmación señalando al fuerte ingreso de dólares que se espera de tres productos puntuales: petróleo, gas y minería. “En dos años, solo estos tres ítems van a traer tantos dólares como el superávit comercial de este año, que rondará los 17 o 18 mil millones de dólares”.

Daza fue más allá: aceptó que en algunos años la Argentina podría correr el riesgo de sufrir la llamada “enfermedad holandesa”. Se llama así a un fenómeno que sufrió Holanda a principios de la década de 1960, cuando descubrió petróleo en el Mar del Norte. La contracara del ingreso de dólares fue la pérdida de competitividad de varios sectores ajenos al boom petrolero.

Es fácil identificar los sectores que más sufren en la Argentina por un tipo de cambio en teoría barato.

Clarín dialogó con Elisabet Bacigalupo, macroeconomista de la consultora Abeceb, que conduce Dante Sica, para entender el fenómeno, y sus posibles efectos en la Argentina.

–¿Estamos realmente ante el riesgo de exceso de divisas, como dice el equipo económico?

–Entendemos que es un riesgo aún lejano. Pero tomemos nota de lo que provocó el blanqueo y el efecto del desatesoramiento de la oferta neta de dólares. Hoy está claro que hay cierta presión para un peso apreciado y eso puede mantenerse hacia adelante. Solo la balanza energética hacia 2026 y 2027 nos puede dar un saldo comercial favorable de 15.000 millones de dólares, que podría llegar a los 30.000 millones en 2030.

–¿En qué sentido eso podría ser contraproducente, como para llamarlo enfermedad holandesa?

–Yo creo que lejos de pensar en la enfermedad holandesa, hay que ver esos dólares como una fuente para financiar importaciones y capitalizar a las empresas. En el camino, puede haber cierta pérdida de competitividad de los sectores exportadores no transables o hasta el cierre de algunas empresas.

–¿Entonces cuáles son los riesgos, teniendo en cuenta que a la apreciación cambiaria la seguirá una mayor apertura económica?.

–El problema es que la apreciación del tipo de cambio se produce rápido, pero la ganancia de competitividad suele tardar más, porque las reformas estructurales no tienen un efecto inmediato. Por eso hoy vemos que determinados sectores, como los textiles, están en guardia ante la apertura económica.

–Tipo de cambio supuestamente atrasado más apertura económica suele hacer sonar las alarmas en la industria local.

–El Gobierno tiene que amortiguar los efectos negativos apurando las reformas, sobre todo la impositiva. Si logramos bajar la carga impositiva y las reformas van a fondo, la productividad tiene que mejorar. Pero de todas formas el fuerte ingreso de divisas se puede regular con fondos anticíclicos.

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