En manchú, Harbin significa “lugar para el secado de las redes pesqueras”. Pero no es éste el principal rasgo –ligado a sus orígenes de humilde asentamiento– con el que se la conoce hoy. Ubicada al noreste de China, esta ciudad vivió unos cuantos cambios de piel (capital de la moda, punto de encuentro entre rusos y chinos, dínamo comercial y turístico), pero siempre –aún hoy– fue, ante todo, la “ciudad del hielo”. No solo tiene inviernos extremadamente fríos, alberga un conocido festival de escultura en hielo o impulsa deportes ligados a las bajas temperaturas: Harbin posee, además de todo esto, un Parque Polar, un zoológico especializado en especies oriundas de territorios incluso más gélidos. Y aquí está uno de sus habitantes, un pingüino sin duda más habituado al mundo de los humanos que a los códigos de lo agreste, en abierto intento de interacción con una turista
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