Con siete partidos sin ganar, Independiente sorprende por su contracara respecto del semestre anterior. Esta semana se juega su continuidad en la Copa Sudamericana.
Las conferencias de prensa post partidos no son más que usinas emotivas. Los DT hablan en caliente y quienes más preguntan suelen ser periodistas partidarios que alimentan la euforia según el resultado. La camiseta pesa más que la reflexión. De ahí salen los títulos que amplifican diversas cuestiones. Para bien o por mal.
No debería sorprender, entonces, el enojo de Julio Vaccari, el técnico de Independiente, cuando un periodista lo cruzó con que este miércoles, ante Universidad de Chile, por la Sudamericana, se juega su futuro en el club después de perder 2 a 1 con Vélez. Derrota que se suma a la negativa seguidilla: está último en su zona en el Torneo Clausura, en el que es el equipo que menos puntos sumó entre todos los participantes. Quedó afuera de la Copa Argentina. Y la continuidad en la Sudamericana se define cuando en Avellaneda reciba a los chilenos con una desventaja tras caer 1 a 0 en la ida, la semana pasada. Ayer nomás Independiente ganaba y tenía tres torneos por delante. Hoy la cosa cambió, pero para peor.
Vaccari está acorralado por los resultados pero también por el juego. De ser uno de los mejores equipos en el semestre anterior pasó a ser el peor del actual. Tras perder en definición por penales en la semifinal ante Huracán, había motivos para esperanzarse con un buen proceso, como hace tiempo no le pasaba a la institución. Porque unos días después había mostrado una sólida recuperación al superar a Nacional Potosí por +7 a 0 en Avellaneda, también por Sudamericana. Y en el impasse del invierno le ganó 2 a 1 a Gimnasia de Mendoza por la Copa Argentina.
Algunos de sus jugadores estaban tan bien que se hablaba de que se iban a jugar a Europa. La cuenta cerraba en lo económico para un club con una dirigencia floja de papeles y endeudada por demás. Sin embargo, las cosas no parecían tan tremendas. De los mejores, apenas se fue el colombiano Alvaro Ángulo, quien dejó una imagen de goleador y de metedor. El temor de los hinchas se sustentaba en la posibilidad de que también se fueran otras dos de sus figuras: Kevin Lomónaco y Felipe Loyola. Todavía siguen, pero con un nivel muy por debajo del que tenían.
Lomónaco no transmite la seguridad acostumbrada y el chileno no define como venía haciendo. Porque si algo le falta a Independiente es hacer goles. Tiene apenas 4 y recibió 7: el déficit es más que evidente. El goleador Gabriel Avalos no pudo en un año y medio hacer pie en el equipo. Llegó como la carta de gol pero no estuvo a la altura. La nueva esperanza es Matías Abaldo, que tampoco demostró gran cosa. Después del empate 0 a 0 con River, en el que Independiente mereció ganar, quedó claro que al equipo le falta convertir. De momento, Abaldo es la alternativa a Avalos, sustentada más en la esperanza que en la realidad.
Hay dos jugadores que también son claves en Independiente. Uno es Luciano Cabral, que esperanzó al hincha y hasta lleva la 10 en la espalda, con lo que ese número significa en la historia roja. Cabral tiene una calidad enorme, pero en los últimos partidos no pudo desequilibrar como acostumbraba. A veces se embarulla y sus jugadas son vistosas pero poco efectivas. Quedan en eso. La otra buena carta que tiene Vaccari a su disposición es Santiago Montiel, que cuando anda inspirado no hay quien lo pare por la derecha del ataque. Piensa el juego, mueve la pelota con calidad, patea tiros libres y es uno de los pocos que se anima a disparar al arco. Porque si algo tiene el Rojo es eso: no hay jugadores que pateen al arco.
Es un equipo que juega, toca, avanza y parece asustarse al llegar al área rival. Es común entonces que desde tres cuartos de cancha la pelota vuelva a los pies de Rodrigo Rey y todo vuelva a empezar.
El otro problema es la defensa, que antes era impasable. Ahora, lo mejor es Rey, que con sus tapadas y voladas evitó varias posibilidades de gol. Independiente depende demasiado de su arquero.
Hay jugadores que parecen irreconocibles. Uno de ellos es Iván Marcone, habitualmente resistido por los hinchas, pero que tuvo un buen primer semestre. De hecho, fue uno de los hombres por el que más apostó Vaccari a pesar de los murmullos. Pero en los últimos partidos mostró inseguridades para quitar la pelota y se equivoca seguido al pasarla a algún compañero. El problema lo suele arreglar con alguna infracción que siempre deja al equipo al borde de jugar con uno menos.
Habrá que ver si finalmente arrancan Ignacio Pussetto y Walter Mazzanti, dos que llegaron como grandes apuestas y que asombran por su liviandad. No terminan de asentarse en el juego. Parecen perdidos en la cancha.
Cuando comenzó esta Liga Profesional, los antecedentes indicaban que el Rojo estaría en la pelea. Era tal la expectativa que se produjo un récord de venta de abonos. Y de hecho, cada partido en el Ricardo Bochini se juega a cancha llena. El empate con sabor a derrota por 2 a 2 ante Sarmiento, en Junín, sorprendió por lo mal que jugó el Rojo, que se llevó un inmerecido punto. Pero tras eso no hubo recuperación. Talleres lo visitó y le ganó 2 a 1, Gimnasia y Esgrima La Plata lo pasó por encima y Belgrano lo sacó de la Copa Argentina con un contundente 2-0; esa tarde, la diferencia pudo ser mayor. Se dio una leve esperanza ante River, pero no fue más que eso (es cierto que el arbitraje de esa noche volvió a ser perjudicial para el Rojo).
Unos días después, Universidad de Chile le ganaría 1 a 0 por la Sudamericana. Independiente mereció empatarlo por entrega, pero el nerviosismo se percibe en infracciones, como las de Abaldo, expulsado por doble amarilla. Esa noche, el Rojo quedó con diez jugadores que corrieron con más corazón que ideas. No alcanzó. Y el sábado, un Vélez también necesitado le plantó cara y, sin merecer más, se llevó el partido.
La estadística indica que Independiente lleva siete partidos sin ganar. Cinco derrotas y dos empates. Pero la realidad también señala que hay un plantel como para dar vuelta la situación. El tema es el tiempo y la paciencia de los hinchas.